Quisiera vivir en un mundo donde la orientación sexual de una persona sea irrelevante, pero lamentablemente la realidad es otra. Sobre todo en Venezuela, un país donde el estándar de la sociedad es ten muchos culos, cómprate una camioneta, cásate antes de los 28 y ten hijos antes de los 30. Cuando no te adhieres a estos estándares es cuando todo el mundo empieza preguntarse si algo está “mal”, y la presión es aún mayor cuando tanta gente está pendiente de tu vida.

Tendría unos 7 años la primera vez que sentí “atracción” por alguien. En esa época probablemente no tenía claro que se hacía con el “pipí”, pero sin duda me gustaba más estar cerca de los chamos que de las chamas. Eso continuó hasta el día de hoy, aún cuando hubo algunas mujeres que me hicieron dudar de algo que ya estaba seguro desde pequeño. Y es normal, porque todos pasamos por esa etapa de descubrimiento sexual en algún punto de nuestras vidas.

Lo que sí les puedo asegurar, sobre todo a aquellas personas que creen que la sexualidad es una elección, es que Lady Gaga y Macklemore tienen razón: con eso se nace y no lo puedes cambiar. Esto es muy controversial, por supuesto, y es una de las cosas que a algunos heterosexuales les cuesta tanto entender.

Estando en Nueva York me inscribí en un curso de inglés por unas semanas. Una de las profesoras, una señora rusa, empezó la clase comentando sobre un artista de su país que había salido del clóset y que no entendía como la gente “se volvía gay”. Al escuchar las opiniones de los demás y no encontrar ninguna que sonara convincente, decidí hablar y hacerle entender a esta señora que la gente no decide ser gay así como no puede decidir cambiar su color de piel.

“Me imagino que estas personas seguramente fueron abusadas cuando niños”, “quizás lo hacen porque ser gay está de moda”, “no entiendo por qué algunos están casados y tienen hijos y luego deciden ser gays”, fueron algunas de las cosas que dijo. Es obvio que estos pensamientos provienen de la ignorancia. Ella seguro es de las que cree que porque un niño vea dos hombres besándose o le pongan una franela rosada, se va a volver gay automáticamente o “se le va a pegar la mariquera”. Señora, yo vi muchas parejas heterosexuales besándose y nunca se me pegó la heterosexualidad.

Yo tuve una familia normal, nadie abusó de mí y tampoco me desperté un día y dije “hoy voy a ser gay”. ¿Saben qué sería fácil? Despertar mañana diciendo que voy a ser heterosexual y no tener que escribir en un blog que me gustan los hombres, pero después no quiero pasar pena con la chama cuando estemos a punto de tirar y no se me pare. Ustedes le preguntan a cualquier gay por qué son como son y siempre tendrán la misma respuesta: “desde que tengo uso de razón soy así”, precisamente porque nacieron así y nunca lo van a poder cambiar, así se casen, tengan hijos y traten de negarlo. Créanme que si pudiera cambiar mi sexualidad, mi vida hubiese sido mucho más fácil, pero las cosas no son así.

La gente tiene muchas percepciones erradas en cuanto a la homosexualidad. Creen que todos son promiscuos, incapaces de enamorarse, que hablan como niñas y tienen la discografía completa de Christina Aguilera. Que todas las lesbianas hablan como hombres y se ponen ropa masculina, y aunque eso no tiene nada de malo, estarían sorprendidos en saber la cantidad de gays que no encajan en el estereotipo. Así que dejemos los roles de género y estereotipos a un lado, porque es una generalización demasiado amplia.

Antes de que los sabelotodo empiecen a decir “ya todo el mundo sabía que Alejandro Hernández era gay menos él”, déjenme decirles que siempre estuve seguro de mi vaina, que haya decidido ocultarla es otra. Yo nunca tuve la necesidad de tener novia y restregársela a todos en la cara para que dejaran de dudar de mi sexualidad. Y créanme, tuve tantas oportunidades con chamas para hacer eso, pero ¿cuál es el punto? Al final, eso es solo una pérdida de tiempo. Una forma de hacer feliz a los demás mientras tú sigues siendo infeliz. Yo no quiero llegar a los 40, tener una esposa y dos hijos y perderme los viernes por la noche a tirar con un hombre. No puedo ser ese tipo.

Cada quién tendrá sus razones para seguir en el clóset, eso lo entiendo totalmente. Nadie tiene el derecho de presionar a otro para salir de él. Yo siempre buscaba un momento ideal para decírselo a mi mamá o a mi hermana, pero me di cuenta que nunca hay un momento ideal y simplemente les dije la verdad sobre algo que probablemente ya sospechaban, y que ser gay no es culpa de nadie. Eso es algo que tienes que hacer algún día, por muy malditamente difícil que sea, por muy homofóbica que sea tu familia, por muy mente cerrada que sea tu país. Nunca vas a estar completamente feliz viviendo una mentira y mientras más esperes, peor. Por eso como resolución de año nuevo (porque sé que el 2015 será un año importante para mí) he decidido quitarme este peso de encima y dejar las cosas claras. El hecho de estar en una ciudad como Nueva York, donde la gente no le para bolas a nada, me dio ese empujón final que necesitaba. Fue increíble ver y experimentar públicamente por mí mismo la normalidad en algo que cuando chiquito te hicieron creer que era anormal.

¿Por qué hacer todo un post sobre esto? Al final es mi vida y a nadie le importa lo que haga en la cama, cierto. Pero mi intención no es solamente quitarme un peso de encima, sino hacerle saber a otros chamos, venezolanos especialmente, que ser gay no es el fin del mundo. No se dejen llevar por la gente que piensa que son anormales. Algo con lo que naciste y que existe hasta en especies animales, no puede ser anormal. Venezuela es un país que necesita urgentemente ver la homosexualidad desde un punto de vista diferente y lamentablemente no hay muchos ejemplos en el país de gente (influyente) que se atreva a decir la verdad. Es aún más difícil cuando la única idea que tiene el venezolano promedio sobre la homosexualidad es “el gordo de La Bomba”, Osmel Sousa y “el marico de la novela”. Y antes de criticar a los “maricos” recuerda que tu amigo, tu hija o tu vecino puede ser gay y le estás dando una razón más para seguir (infeliz) en el clóset.

Que haya escrito esto no quiere decir que mañana me voy a poner una peluca, me voy a pintar los labios y voy a subir una foto a Instagram con el hashtag #instagay. Yo seguiré siendo el mismo Alejandro de siempre, solo que ahora saben que me gustan los hombres.

Gran vaina.

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