Nicholas Barclay, de 13 años de edad, desaparece de San Antonio, Texas el 13 de junio de 1994. Cuatro años después de la desaparición, la familia recibe una llamada de la policía en  España aclamando que su hijo había sido encontrado allí.

Así inicia “The Imposter”, documental estrenado en 2012 y dirigido por Bart Layton, el cual a pesar de tratarse de algo que sucedió en la vida real, parece material para una obra de ficción, no solo por el contenido de la historia, sino por la forma en la que fue fotografiado y editado.

Cuando la hermana de Nicholas toma un avión a Linares, España para verlo, se da cuenta de que mucho había cambiado en él. Antes de su desaparición, Nicholas era un niño rubio, de ojos azules. Ahora resulta ser un adolescente de cabello oscuro, ojos marrones y con acento francés. Es en ese momento donde el documental empieza a darle a la audiencia todos los elementos que veríamos en una película de misterio/thriller. Nos muestra entrevistas con todos los involucrados y luego va recreando los hechos con una iluminación dramática, música de suspenso y cortes de ritmo rápido. El resultado es una recreación bastante cinemática, a diferencia de otras obras cuyo ambiente se siente más “de estudio”, por llamarlo de alguna manera.

The Imposter no cuenta con un narrador omnisciente. En su lugar, es narrado por el propio protagonista de la historia, aquél adolescente que aclama ser el hijo perdido de la familia Barclay, el francés Frederic Bourdin. Layton deja a la audiencia procesar estas revelaciones por su propia cuenta, lo que le da todo ese aire misterioso al documental. Bourdin es un personaje interesante, perverso y tétrico. Es un maestro de la manipulación. Esta es una historia sobre la decepción, la decepción de otros y la de sí mismo, y la “verdad verdadera” es dejada en el aire.

Más allá de los puntos de vista de Bourdin y la familia Barclay, donde ambos obtienen un tiempo en pantalla justo para contar su lado de la historia, lo interesante de The Imposter es que es Bourdin (quién sería una especie de villano) el que se convierte en el sustito de la audiencia, en vez de la familia Barclay. Con cada cuadro que pasa, estamos tan sorprendidos como él de que los Barclay no hayan cuestionado ni una sola vez que un francés (Bourdin) sea el verdadero Nicholas, independientemente de lo brillante que sea en la manipulación, y cuando él empieza a hacerse algunas preguntas sobre quiénes son los Barclays en realidad, se empiezan a introducir giros en la trama, y todo se torna aún más intrigante.

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